Hundido y cabizbajo estaba yo intentado recorrer los 10 kilómetros hasta la gasolinera. La ventisca había sido muy fuerte esta noche. Danny no quería parar, el muy estupido pretendía llegar a Vancouver con esta jodida nieve que había teñido de blanco todo este puto estado.
Maggie y yo se lo dijimos una y otra vez, era imposible, una locura. Nos quedábamos en algún motel y cuando el tiempo se calmara ya llegaríamos.
Los 20 millones del trabajo seguirían allí cuando llegásemos. No sabíamos por que no lo entendía. Maggie...
Oh dios, como sangraba, cada vez que lo recuerdo me recorre un escalofrió por toda la espina dorsal. Tiene gracia. No siento ni mis malditos dedos de los pies y siento escalofríos, ¡JODER!
Allí, en el coche tambien lo sentí, justo antes... Justo antes de esa llamada. Cogi el teléfono y era Guillian. Me dijo que Danny la había cagado, que había matado a dos polis en el banco. El trato estaba roto y no nos protegerían.
Danny no se inmuto cuando le recriminé esos dos muertos y la perdida del dinero. Ahora no podremos vender las joyas le dije. El se rió mientras seguía mirando fijamente a la blanca carretera.
-No me importa el dinero Terry, solo necesitaba conseguir el brazalete de Mictlan. -Danny saco su pistola y me apuntó mientras aparcaba en el arcen nevado de la carretera-. ¡Bajad del coche!
Siguió apuntándonos mientras abría el maletero, Maggie se aferraba a mi brazo. Intenté animarla diciéndole que nada pasaría, que estaba seguro que nada nos pasaría. Mentí. Danny do Santos era un cabron sin escrúpulos que conocí en Brasilia. Un matón que no se detenía ante nada si le pagabas lo suficiente. Yo solo me podía preguntar que es lo que tenia ese brazalete para perder 20 millones por el...
Brillaba en la noche con magnificencia. La noche cerrada hacia que la luz dorada que emitía el brazalete se notase mucho más. Danny no dejaba de repetir que con ese brazalete era dios y que nada le podía pasar. Lo único que necesitaba era un sacrificio para su dios... Ciucoatl.
Maggie se aferro más a mí con lágrimas en los ojos. Le escupí a Danny cuando se acercó y me gane un golpe con la culata de la pistola en la cabeza. Caí al suelo.
Vi un gepardo caminar hacia mi entre la oscuridad, era de colores vivos he incluso en esta oscuridad absoluta le podía ver correr hacia mi. Sentí el miedo recorrer mi cuerpo, pero no me movía, mis piernas estaban congeladas. El gepardo salto hacia mi y la luz inundo la oscuridad, yo caí bocarriba al suelo, que ahora era árido, el sol me cegaba, pero conseguí ver un halcón dando círculos sobre mi. Escuche una voz en mi mente.
-Tu mujer y tu hijo morirán antes de que despiertes. Con un secreto te salvará de seguir su mismo camino hacia la muerte, pues las almas de las mujeres embarazadas no pueden ir a Mictlan. Mátale Terry, y tú serás el elegido.
¿Un hijo? ¿Ese es el secreto que me salvara?
Desperté sin mi camisa y sin mi abrigo en un charco de sangre. El estaba con mi camisa limpiando el cuchillo de sangre, de sangre de Maggie...
-¿Me queda bien?-Me mostró con ironía su brazo izquierdo donde portaba el brazalete-. Ah, lo siento por la camisa, esa zorra no dejaba de gritar y le tape la boca con ella. Mi dios seguro que estará satisfecho por su alma. Ahora querido amigo, soy inmortal. Eso no se paga con dinero. Ya no lo necesito, soy imparable. ¿Ves esa pistola que te he dejado ahí, a tu lado?. Para que veas que soy bueno, te dejo una oportunidad de salvarte. Dispárame guapito de cara... Hazme el favor. Así comprobaras el poder que la muerte de tu puta me ha dado.
Cogí fuerzas y me puse de rodillas, le apunté entre ceja y ceja a ese maldito bastardo cogiendo la pistola con las dos manos.
Bang, y su jodida cabeza ensucio de sesos el coche. El cayo en el capó y su brazo empezó a brillar con una luz intensa como el sol que había visto cuando estaba inconsciente. El cuerpo de Danny se empezó a calcinar desde su brazo y el coche estallo delante de mis ojos.
El brazalete cayo ha 1 metro de mi, la nieve echaba humo debajo de el y se fue hundiendo hacia abajo. Rápidamente lo cogí, no estaba ni frió ni caliente, y su tacto me dio de pronto un sentimiento de confianza innatural. Como si hubiese cambiado algo en mí.
Me puse en pie y busque por la nieve a Maggie. Estaba atada a un árbol cercano. Aun chorreaba sangre.
Lloré en su regazo, lloré por ella y por nuestro hijo, quien me salvo la vida, sin ni siquiera haber nacido todavía, y lloré por mí. Por esta soledad que me embargaba. Solo, sin el amor de mi vida y perseguido por la justicia. ¿Que mas me podía ocurrir?
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