Esta festividad del mundo anglosajón que se ha ido popularizando también en América Latina tiene orígenes muy antiguos. Hace 3000 años en Europa del Norte en lo que hoy se conoce como Irlanda y Gran Bretaña los habitantes de esos lugares esperaban el Nuevo Año que para ellos se iniciaba con el tiempo del cambio de estación, de la cosecha y los misterios entre la vida y la muerte.
Los celtas creían que en esa noche la ventana que separaba el mundo de los vivos y el de los muertos desaparecía y que la víspera de Samain – que así llamaban a esa fecha- las almas de los muertos regresaban a visitar hogares terrenales. Para mantener a estos espíritus contentos y alejar los malos de sus hogares los celtas dejaban comida o dulces fuera de sus hogares, una tradición que se convirtió en lo que hoy hacen los niños yendo de casa en casa pidiendo dulces.
Después de que los romanos conquistaran a los celtas, estos influenciaron el mundo céltico con sus festivales a la diosa romana de la cosecha, Pamona; y más adelante con la llegada del cristianismo. Los cristianos consideraban que los celtas adoraban al diablo, aunque el diablo nunca existió en la religión céltica. Estos neo-judíos determinaron que la manera de convertir a los celtas al cristianismo era adoptando el festival de los celtas y convertirlo en uno cristiano. Así el primero de Samain se convirtió en el día de Todos los Santos de donde deriva el nombre de Halloween en inglés. Dicho día en la cultura cristiana es un día de rezo para honrar a los santos y difuntos