Habia una vez un ratoncillo chiquinino que vivia con sus hermanos en un laboratorio en cuarentena. El laboratorio eragrande y espacioso, tenian sus jaulitas de metacrilato con todas las modernidades deseadas por cualquier ratoncillo. Una abertura por la que les daban comidita, y algunavez quesito rico, una temperatura ambiente idonea, seguridad social, toda la agua que queria y hasta una ruedilla para correr un poquito. No es que su jaulita fuese pequeña, tenia espacio suficiente para corretear y jugar con sus vcinos de jaula, pero de vez en cuando siempre le venia bien algo de ejercicio. Era una vida placida y tranquila, salvo por los rumores que se oian cuando algun ratoncillo desaparecia. Venia un ser con bata blanca,mascarilla y gorrito blanco se llevaba a una. Casi siempre el ratoncillo que habia sido raptado no volvia, pero alguna vez retornaba medio adormilado, sin recordar nada. los ratoncillos lo llamaban abducciones ratoniles.
Un dia, un ser de esos aparecio por la puerta con su bata blanca, la mascarilla no dejaba ver sus facciones pero sonreia a juzgar por un oyete ke se le veia en la mejilla... Miraba a los ratoncillos no como objetos, sino como seres humanos, o es lo que le parecio al ratoncillo protagonista de la historia. Ella se acerco a su jaula mientras el ratoncillo roia una pipa y la miraba fugazmente medo avergonzado.
Los ojos enormes de la cientifico empequeñecian au mas al ratoncillo que la miraba ya absorto, dejando caer la pipa de sus manitas. Ella se rio, levanto la tapa y le agarro dulcemente. Por muchas historias que le habian contado, el no tuvo miedo, le gustaba ese tacto, esa mirada, esa sonrisa. Trepó por su bata hasta su hombro y se propuso hablar con ella.
-Continuará
